Desde la aparición del movimiento antiglobalización, nunca ha habido una movilización tan débil contra una cumbre del G7 como en Biarritz. Aunque se apunte a las plataformas organizadoras de la contracumbre, parece que tanto la militarización del mantenimiento del orden como la “neutralización estratégica” por parte de las autoridades francesas estuvieron detrás de este fracaso.